El día de hoy, las economías en desarrollo, como la nuestra, enfrentan una serie de cambios anunciados desde hace ya varios años, casi décadas.
Desde el inicio de la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal (que hasta hace 10 años sólo era conocida como Propuesta de Enmienda de HFC), a través de la cual se regularán los hidrofluorocarbonos, era claro que el futuro nos había alcanzado; no era azaroso o gratuito que los países desarrollados estuvieran impulsando tan fuertemente el cambio tecnológico en la industria HVACR. Era evidente que las nuevas moléculas, sus mezclas y los sistemas que las utilizan estaban ya maduras para entrar en el mercado.
Desde el inicio había resistencias, inclusive, hoy en día no se ha logrado comprender el alcance de la Enmienda de Kigali para la reducción del consumo de HFC –y quiero ser muy enfático en el concepto de reducción, que no es eliminación–. Desde las primeras discusiones entre quienes iniciamos esta idea en el llamado Stockholm Group, con Dorwood Zaelke, Steve Anderson, Husamuddin “Husam” Ahmadzai, un servidor, y el mismo exdirector ejecutivo del Protocolo de Montreal, Marco González, vimos que no era posible la eliminación total de los HFC como todas las demás familias de gases controladas por el Protocolo de Montreal.
No sólo se debía proteger sectores sensibles como el farmacéutico o de extinción de fuego, sino que, dadas las condiciones de concentración demográfica en las megaciudades, dispersión de los sistemas HVACR, la intensidad de su uso y, por lo tanto, el incremento en el factor de riesgo, se debían considerar soluciones amigables, seguras, viables y eficientes.
Por lo tanto, se debe pensar en soluciones integradas adaptadas para el uso intensivo y extensivo que hoy se requiere, es decir, el uso de refrigerantes y sistemas complejos y con diversas características, como inflamabilidad, toxicidad, alta presión y con altos costos, en cargas reducidas, sistemas aislados y con medidas de neutralización integradas.
Estamos ante una ecuación con varias soluciones, y los sistemas HVACR no pueden obedecer a una moda o a una única idea de cambio tecnológico; es necesario considerar la viabilidad del uso de tecnologías con factor de riesgo, el cumplimiento de estándares de eficiencia energética, costos de instalación, disponibilidad de alternativas, así como la dependencia del mercado y los requerimientos de mantenimiento; éste último es uno de los factores determinantes para la asimilación de tecnologías, por lo que debe impulsarse de modo responsable. Desde mi perspectiva, esta es la variable con mayor sensibilidad: no se deben permitir holguras en el cumplimiento en materia de capacitación, o improvisaciones como ejemplo de aparente innovación, y mucho menos, desvíos de las metas. Esto nos llevará muy probablemente a un retroceso y quizá hasta a un fracaso en la adopción de las nuevas tecnologías.
Una de las principales barreras para la adopción de alternativas más eficientes es la resistencia al cambio, no tanto en la tecnología en sí, resistencia que va desde la parte administrativa de los negocios hasta la construcción de capital laboral.
Por ello, la multiplicidad de factores nos lleva a pensar que Kigali realmente es el marco para que todos los jugadores entren de manera libre a ocupar los diferentes nichos. No se podrán inducir, y mucho menos imponer, soluciones únicas; por el contrario, el diseño con base en el phase-down es precisamente eso, la convivencia de las tecnologías apropiadas para cada uno de los subsectores, conforme a las directrices y necesidades de cada corporativo, empresa y usuario final.
El abanico de opciones está abierto, aunque para algunos segmentos de la industria la alternativa a elegir está a la mano, para otros, los cuales son de uso más intensivo, la decisión no es sencilla y única, los riesgos son altos en la mayoría de los casos, el proceso de prueba y error es costoso, pero más costosa es la improvisación o, aún peor, la inacción.
Agustín Sánchez
Especialista internacional en el Protocolo de Montreal