En el universo de la eficiencia energética, cada edificio es un organismo vivo. Respira, se adapta, cambia con el clima, con el número de personas que lo habitan, con la forma en la que se utiliza. Lo entiende bien **Fernando Campos Ruiz**, ingeniero en energía, apasionado de los sistemas HVAC y especialista de **TRANE México**, quien ha dedicado su carrera a descifrar cómo hacer que las edificaciones no solo funcionen, sino que respiren con responsabilidad ambiental.
Desde su perspectiva, hablar de sostenibilidad en la edificación moderna es imposible sin tocar el corazón técnico de cualquier edificio: el sistema de aire acondicionado. No es una exageración. En palabras de Fernando, “es uno de los mayores consumidores de energía en una construcción; por eso, si queremos reducir la huella de carbono, ahí es donde hay que comenzar”.
El aire como punto de partida
Durante años, la eficiencia en aire acondicionado giró en torno a una pregunta sencilla: ¿qué equipo consume menos? Hoy la realidad es más compleja —y más prometedora—. “Ya no se trata solo del equipo. Ahora sumamos tecnologías periféricas, sistemas de control, algoritmos de aprendizaje, análisis de datos. Todo eso permite una operación adaptativa y automatizada”, explica.
Fernando lo describe como una evolución natural de la ingeniería. Antes bastaba con una envolvente térmica adecuada y un equipo eficiente. Hoy, se suman sistemas inverter, plataformas de monitoreo y controles que aprenden del edificio para anticiparse a sus necesidades. La meta ya no es solo reducir la huella de carbono, sino eliminarla completamente.
En TRANE han desarrollado una metodología clara para abordar esta transformación: el Decarbonization Pathway, o camino hacia la descarbonización. Este itinerario consta de cuatro pasos fundamentales.
El primero es diseñar el edificio de manera térmica eficiente desde su estructura, considerando materiales, orientación y uso. “Ahí está el cimiento de todo lo demás”, asegura Fernando.
Después se deben adoptar tecnologías que vayan más allá del aire acondicionado. Sistemas que generen frío y calor simultáneamente, que recuperen energía o se integren con otras fuentes de consumo. Antes, estas soluciones eran inalcanzables por su costo. Hoy, su uso recurrente no solo es viable, sino financieramente rentable.
El tercer pilar es la automatización avanzada. “Los nuevos sistemas de control permiten decisiones informadas y casi autónomas. Ya no solo te dicen qué pasa, sino qué hacer para mejorar el rendimiento del edificio”, dice.
Y el cuarto paso, quizás el más revolucionario, es la analítica y digitalización. “Recolectamos datos del edificio como si tuviéramos un técnico monitoreando las 24 horas”, explica. A partir de esa información se pueden predecir fallas, optimizar el mantenimiento e incluso modelar un gemelo digital del edificio para simular mejoras antes de implementarlas.
Inteligencia que anticipa
Fernando lo ilustra con un ejemplo cercano: el sistema digital de TRANE. Gracias a sensores, plataformas en la nube y servicios digitales, se puede mapear el comportamiento del edificio en tiempo real. “El sistema aprende cómo se mueve el calor, cuántas personas hay, cuándo cambia la ocupación. Con eso ajusta automáticamente el rendimiento”, explica. Esa capacidad de anticipación no solo reduce el consumo eléctrico, también prolonga la vida útil de los equipos y evita mantenimientos innecesarios.
Y sí, todo eso se traduce en dinero. Según Fernando, una inversión en sistemas digitales puede recuperar su costo en apenas uno o dos años, dependiendo del nivel de sofisticación. “A eso súmale el ahorro en consumo, en personal operativo y en fallas. Es una inversión rápida con beneficios económicos y ambientales duraderos”.

Pero no todo es hardware. TRANE ha desarrollado herramientas específicas para apoyar la toma de decisiones, desde el diseño hasta la operación de un edificio. Una de ellas es TRACE 3D Plus, un software que modela cargas térmicas y evalúa el comportamiento energético y financiero de diferentes soluciones. Se usa desde la etapa de planos, y permite simular escenarios, comparar tecnologías y anticipar costos e impactos.
La segunda herramienta es Trane Connect, una plataforma en la nube que conecta los equipos a un sistema de monitoreo compartido entre el usuario y TRANE. “Ahí es donde comienza la colaboración activa. Ambos vemos lo mismo, y decidimos juntos cómo mejorar el rendimiento”, comenta.
Medir lo que importa
Toda la estrategia de eficiencia energética en edificios parte de una base esencial: saber qué medir. Fernando Campos Ruiz destaca tres niveles clave de indicadores que permiten evaluar el desempeño real de un sistema HVAC.
El primero es la eficiencia del sistema completo, que contempla no solo el equipo principal, sino también los dispositivos periféricos que intervienen en su operación. Otro se enfoca en el impacto energético y financiero, midiendo cuánta energía se consume en kilowatts y cómo se traduce eso en costos operativos.
Finalmente, se considera un indicador para la huella de carbono generada, lo que integra factores como el tipo de refrigerantes utilizados, el consumo eléctrico y las emisiones derivadas de sistemas de calefacción.
En sistemas que integran recuperación de calor, también es posible cuantificar cuánto de esa energía se reutiliza, reduciendo aún más el impacto ambiental. “Se trata de ver el edificio como una red de consumo inteligente”, afirma.
Pero el ejemplo más claro está en casa. La planta de TRANE en Monterrey ya opera con esta filosofía. Cuenta con equipos de ultra alta eficiencia, sistemas de control automatizados, generación eléctrica en sitio y estrategias de recuperación térmica. Todo monitoreado en tiempo real. “Cada decisión que se toma ahí está respaldada por datos”, afirma.
La planta forma parte del compromiso global de TRANE de evitar la emisión de una gigatonelada de CO₂ para 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono para 2050. “No es un eslogan, es una meta con pasos medibles”, recalca Fernando.
No es una tendencia, es una responsabilidad
Según el especialista, los sectores que más rápido se están adaptando a estas tecnologías en México son la hotelería, la manufactura y los edificios comerciales. Pero lo más sorprendente es cómo esta transformación ha escalado del nivel técnico al cultural. “Ya no solo preguntan si el equipo es eficiente, también si los materiales que usamos tienen bajo impacto ambiental. Eso nos habla de una conciencia que va más allá del costo”, dice.
Incluso en el segmento residencial, hay un cambio palpable. Antes se preguntaba cuánto enfría un sistema; ahora también se cuestiona cuánto contamina, qué eficiencia tiene y cómo ayuda a reducir el consumo.
Para cerrar la conversación, Fernando lanza un mensaje directo a quienes aún dudan en dar el paso: “Esto no es una moda. Es una necesidad urgente. El impacto que estamos generando como industria es muy alto y, nos guste o no, el cambio ya empezó. Si no lo adoptas, te quedas atrás”.
Desde el compromiso climático que TRANE asumió en 2014 —cuando aún eran pocos los que hablaban de huella de carbono— hasta las metas trazadas para 2030 y 2050, el camino está claro. “Nuestra misión no es solo hacer equipos más eficientes. Es construir una cartera completa de soluciones que ayuden a otros a reducir su impacto ambiental. Esa es nuestra responsabilidad”, concluye.