Pionero de la eficiencia energética en México, Odón de Buen revela cómo el confort térmico debe entenderse como un derecho. Desde Mexicali hasta la CONUEE, su trayectoria combina ciencia, política y ética ambiental.
Por: Elizabeth Hernández
A 25 años del impulso a la eficiencia energética en México, Odón de Buen ofrece una mirada crítica y propositiva sobre los avances, desafíos y oportunidades del sector HVAC&R. Desde Mexicali hasta la CONUEE, su trayectoria revela cómo el confort térmico se ha convertido en un derecho energético en medio de una crisis climática cada vez más aguda.
Hay personas que llegan a la ingeniería por vocación. Otras, por tradición familiar. En el caso de Odón de Buen Rodríguez, su camino se gestó entre ambas corrientes, aunque con una fuerza particular: la del contexto. Hijo de un reconocido ingeniero mecánico electricista que trabajó en el sector eléctrico mexicano, creció escuchando historias de redes, voltajes y transformadores. Pero fue la experiencia directa con el calor—el físico, el social y el político—lo que acabaría trazando su ruta profesional.
Su historia no comienza en un laboratorio, sino en los patios soleados de Mexicali. Allí descubrió que el aire acondicionado no era solo un electrodoméstico, sino un fenómeno político, económico y cultural. Ese cruce de variables —tan mexicano como el calor seco de la frontera— se convirtió en su gran objeto de estudio.
Cuando en 1985 entró al programa interno de ahorro de energía en la CFE, no imaginaba que una ciudad desértica al norte del país se convertiría en su laboratorio de política pública. Mexicali, con sus viviendas frágiles y equipos de segunda mano importados desde California, se transformó en su prueba de fuego. Fue allí donde comprendió que el confort térmico no debía tratarse como un lujo, sino como un derecho.
Mexicali, punto de inflexión
Lo que muchos consideraban una ciudad fronteriza más, él la vio como un termómetro social. Descubrió que los hogares consumían energía de forma desproporcionada por culpa de la arquitectura deficiente y de la escasa regulación. El adobe seguía presente, pero mal ejecutado. Los enfriadores evaporativos ya no bastaban ante el crecimiento poblacional y urbano. Y mientras tanto, los subsidios al consumo eléctrico se volvían insostenibles.
La respuesta no estaba en mejorar solamente los equipos, sino en cambiar la forma en que se construyen los hogares. Aisló techos, revisó normas, y sobre todo, instaló una idea: que las viviendas pueden —y deben— consumir menos sin sacrificar el bienestar de sus habitantes.
Así nació uno de los programas más emblemáticos de eficiencia energética en el país, con un enfoque revolucionario para su época: intervenir “del otro lado del medidor”, trabajando directamente con los usuarios.
“No construiremos un país resiliente al calor sin reglas claras para edificar mejor”.
El poder normativo como arquitectura de país
Para Odón de Buen, las normas nunca fueron un trámite burocrático, sino una herramienta de transformación estructural. Desde su paso por la entonces CONAE hasta su dirección en la CONUEE, lideró el desarrollo de un sistema de evaluación de la conformidad que hoy es referente continental.
México, afirma con datos en mano, ahorra el 7% de su electricidad gracias al cumplimiento de las normas de eficiencia energética. Un sistema sostenido no solo por documentos, sino por laboratorios, organismos de certificación y vigilancia técnica. Un ecosistema robusto que, en sus palabras, “no sirve de nada si no se hace cumplir”.
Pero también sabe que las amenazas al sistema son constantes. En 2023, la Secretaría de Economía congeló el programa de normalización bajo una lógica que castigaba a todos por los errores de algunos sectores. Esa decisión detuvo catorce acciones clave. “Fue un golpe a un sistema que ha demostrado su efectividad durante décadas”, recuerda.
Aun así, se dice optimista. Confía en que el marco normativo sabrá adaptarse al nuevo escenario: digital, interconectado y cambiante. La eficiencia energética del siglo XXI no se mide solo en kilowatts ahorrados, sino en sistemas inteligentes capaces de anticipar, automatizar y responder.
Confort, crisis y política pública
Pocas veces se habla del confort térmico como un asunto de salud pública. Odón de Buen insiste: la falta de ventilación y refrigeración adecuada mata. Las olas de calor ya no son eventos extraordinarios; son parte del presente. Y ante ello, urge reconfigurar el papel de la edificación en México.
Sus críticas son claras: la autonomía municipal sobre los reglamentos de construcción ha frenado la implementación de normas que permitirían construir viviendas más frescas, eficientes y resilientes. Hermosillo, Mexicali y otras ciudades del norte siguen priorizando la iluminación natural por encima de la ganancia térmica, lo cual eleva las temperaturas internas en vez de mitigarlas.
“El confort térmico no es un privilegio”, señala. “Es una necesidad insatisfecha que, si no se atiende, derivará en más muertes, más gasto público y mayor desigualdad”.
El subsidio eléctrico en zonas cálidas le cuesta al país cerca de 80 mil millones de pesos al año. Para él, redirigir ese gasto a políticas estructurales sería más eficiente. Cada peso que ahorra el usuario representa dos pesos ahorrados por el Estado. Pero el problema, apunta, no es técnico: es político.
Pymes y talento joven: los vectores del nuevo sistema
Entre cifras y argumentos, hay un resquicio de esperanza. Lo encuentra en las nuevas generaciones, en los jóvenes que exploran la eficiencia energética desde el activismo, la tecnología o la ingeniería. “Veo entusiasmo real, no solo técnico, sino ético”, dice. “Esa intensidad puede convertirse en liderazgo”.
También destaca el potencial de las pequeñas y medianas empresas, especialmente si se les dota de herramientas digitales, financiamiento accesible y consultores capacitados. En su experiencia, las pymes pueden reducir hasta un 60% su consumo energético con cambios integrales. Pero para lograrlo, se requiere un ecosistema articulado de actores públicos y privados, con visión sistémica y escala nacional.
“Los consultores no deben limitarse a vender lámparas o minisplits”, advierte. “Deben ser arquitectos energéticos capaces de leer una instalación como un todo”.
El futuro: un sistema que ya no espera
La entrevista concluye con una reflexión que sintetiza 40 años de carrera: “El ahorro de energía es posible y es negocio”. Pero también es política, arquitectura, salud y clima. Es, en última instancia, una forma de justicia.
Para Odón de Buen, los próximos diez años serán determinantes. La industria HVAC seguirá creciendo, no por capricho, sino por necesidad. La demanda por confort térmico aumentará en ciudades como Ciudad de México, que antes no lo requerían. Sin embargo, advierte que ese crecimiento puede ser irresponsable si no se regula el diseño de viviendas y se limita la entrada de tecnologías obsoletas.
La electrificación del transporte, la automatización doméstica y las energías renovables serán parte del nuevo tablero. Pero el reto sigue siendo el mismo: cómo traducir el conocimiento técnico en decisiones públicas que mejoren la vida cotidiana de millones de personas. A 25 años del impulso a la eficiencia energética en México, Odón de Buen ofrece una mirada crítica y propositiva sobre los avances, desafíos y oportunidades del sector HVAC&R. Desde Mexicali hasta la CONUEE, su trayectoria revela cómo el confort térmico se ha convertido en un derecho energético en medio de una crisis climática cada vez más aguda.
Hay personas que llegan a la ingeniería por vocación. Otras, por tradición familiar. En el caso de Odón de Buen Rodríguez, su camino se gestó entre ambas corrientes, aunque con una fuerza particular: la del contexto. Hijo de un reconocido ingeniero mecánico electricista que trabajó en el sector eléctrico mexicano, creció escuchando historias de redes, voltajes y transformadores. Pero fue la experiencia directa con el calor—el físico, el social y el político—lo que acabaría trazando su ruta profesional.
Su historia no comienza en un laboratorio, sino en los patios soleados de Mexicali. Allí descubrió que el aire acondicionado no era solo un electrodoméstico, sino un fenómeno político, económico y cultural. Ese cruce de variables —tan mexicano como el calor seco de la frontera— se convirtió en su gran objeto de estudio.
Cuando en 1985 entró al programa interno de ahorro de energía en la CFE, no imaginaba que una ciudad desértica al norte del país se convertiría en su laboratorio de política pública. Mexicali, con sus viviendas frágiles y equipos de segunda mano importados desde California, se transformó en su prueba de fuego. Fue allí donde comprendió que el confort térmico no debía tratarse como un lujo, sino como un derecho.
Mexicali, punto de inflexión
Lo que muchos consideraban una ciudad fronteriza más, él la vio como un termómetro social. Descubrió que los hogares consumían energía de forma desproporcionada por culpa de la arquitectura deficiente y de la escasa regulación. El adobe seguía presente, pero mal ejecutado. Los enfriadores evaporativos ya no bastaban ante el crecimiento poblacional y urbano. Y mientras tanto, los subsidios al consumo eléctrico se volvían insostenibles.
La respuesta no estaba en mejorar solamente los equipos, sino en cambiar la forma en que se construyen los hogares. Aisló techos, revisó normas, y sobre todo, instaló una idea: que las viviendas pueden —y deben— consumir menos sin sacrificar el bienestar de sus habitantes.
Así nació uno de los programas más emblemáticos de eficiencia energética en el país, con un enfoque revolucionario para su época: intervenir “del otro lado del medidor”, trabajando directamente con los usuarios.
El poder normativo como arquitectura de país
Para Odón de Buen, las normas nunca fueron un trámite burocrático, sino una herramienta de transformación estructural. Desde su paso por la entonces CONAE hasta su dirección en la CONUEE, lideró el desarrollo de un sistema de evaluación de la conformidad que hoy es referente continental.
México, afirma con datos en mano, ahorra el 7% de su electricidad gracias al cumplimiento de las normas de eficiencia energética. Un sistema sostenido no solo por documentos, sino por laboratorios, organismos de certificación y vigilancia técnica. Un ecosistema robusto que, en sus palabras, “no sirve de nada si no se hace cumplir”.
Pero también sabe que las amenazas al sistema son constantes. En 2023, la Secretaría de Economía congeló el programa de normalización bajo una lógica que castigaba a todos por los errores de algunos sectores. Esa decisión detuvo catorce acciones clave. “Fue un golpe a un sistema que ha demostrado su efectividad durante décadas”, recuerda.
Aun así, se dice optimista. Confía en que el marco normativo sabrá adaptarse al nuevo escenario: digital, interconectado y cambiante. La eficiencia energética del siglo XXI no se mide solo en kilowatts ahorrados, sino en sistemas inteligentes capaces de anticipar, automatizar y responder.
Confort, crisis y política pública
Pocas veces se habla del confort térmico como un asunto de salud pública. Odón de Buen insiste: la falta de ventilación y refrigeración adecuada mata. Las olas de calor ya no son eventos extraordinarios; son parte del presente. Y ante ello, urge reconfigurar el papel de la edificación en México.
Sus críticas son claras: la autonomía municipal sobre los reglamentos de construcción ha frenado la implementación de normas que permitirían construir viviendas más frescas, eficientes y resilientes. Hermosillo, Mexicali y otras ciudades del norte siguen priorizando la iluminación natural por encima de la ganancia térmica, lo cual eleva las temperaturas internas en vez de mitigarlas.
“El confort térmico no es un privilegio”, señala. “Es una necesidad insatisfecha que, si no se atiende, derivará en más muertes, más gasto público y mayor desigualdad”.
El subsidio eléctrico en zonas cálidas le cuesta al país cerca de 80 mil millones de pesos al año. Para él, redirigir ese gasto a políticas estructurales sería más eficiente. Cada peso que ahorra el usuario representa dos pesos ahorrados por el Estado. Pero el problema, apunta, no es técnico: es político.
Pymes y talento joven: los vectores del nuevo sistema
Entre cifras y argumentos, hay un resquicio de esperanza. Lo encuentra en las nuevas generaciones, en los jóvenes que exploran la eficiencia energética desde el activismo, la tecnología o la ingeniería. “Veo entusiasmo real, no solo técnico, sino ético”, dice. “Esa intensidad puede convertirse en liderazgo”.
También destaca el potencial de las pequeñas y medianas empresas, especialmente si se les dota de herramientas digitales, financiamiento accesible y consultores capacitados. En su experiencia, las pymes pueden reducir hasta un 60% su consumo energético con cambios integrales. Pero para lograrlo, se requiere un ecosistema articulado de actores públicos y privados, con visión sistémica y escala nacional.
“Los consultores no deben limitarse a vender lámparas o minisplits”, advierte. “Deben ser arquitectos energéticos capaces de leer una instalación como un todo”.
El futuro: un sistema que ya no espera
La entrevista concluye con una reflexión que sintetiza 40 años de carrera: “El ahorro de energía es posible y es negocio”. Pero también es política, arquitectura, salud y clima. Es, en última instancia, una forma de justicia.
Para Odón de Buen, los próximos diez años serán determinantes. La industria HVAC seguirá creciendo, no por capricho, sino por necesidad. La demanda por confort térmico aumentará en ciudades como Ciudad de México, que antes no lo requerían. Sin embargo, advierte que ese crecimiento puede ser irresponsable si no se regula el diseño de viviendas y se limita la entrada de tecnologías obsoletas.
La electrificación del transporte, la automatización doméstica y las energías renovables serán parte del nuevo tablero. Pero el reto sigue siendo el mismo: cómo traducir el conocimiento técnico en decisiones públicas que mejoren la vida cotidiana de millones de personas.
