La descarbonización del entorno construido dejó de ser un concepto aspiracional para convertirse en la frontera donde se definirá el futuro energético de México. La climatización, la eficiencia en el uso de recursos y la operación inteligente de edificios ya no representan mejoras opcionales, sino factores que condicionan la competitividad, la habitabilidad y la viabilidad económica de ciudades enteras. La conversación técnica evolucionó hacia una discusión gerencial: quién diseña, construye y opera los espacios productivos del país ya influye directamente en la estabilidad eléctrica, en los costos de operación y en la huella ambiental de millones de usuarios.
El segundo día del Congreso de Climatización 2025 dejó una certeza irrebatible: la batalla más determinante contra las emisiones no se libra en laboratorios, ni en discursos gubernamentales, sino en los edificios que habitamos, operamos y construimos.
La mesa redonda titulada “Entorno construido y descarbonización” colocó al sector HVAC en el centro de la conversación nacional al reunir a dos figuras clave: Odón De Buen, referente histórico de la eficiencia energética en México, y Eleazar Rivera Mata, líder del Clúster Energético de Nuevo León. La sesión fue moderada por Darío Ibargüengoitia, quien planteó el eje que marcó toda la discusión: la urgencia de transformar la manera en que se diseñan y operan los espacios donde vivimos y producimos.
Desde el inicio, quedó claro que el país no puede retrasar su transición. “El entorno construido tiene una gran oportunidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la descarbonización”, afirmó Ibargüengoitia. Su frase abrió un territorio común: el carbono ya no es un problema ambiental abstracto, sino una consecuencia directa de decisiones arquitectónicas, presupuestales y tecnológicas que se toman cada día en miles de proyectos.
Edificios que consumen más que la industria
Odón De Buen puso sobre la mesa un dato que descolocó a más de un asistente: los edificios en México consumen más electricidad que la industria. Y lejos de moderarse, esa tendencia se intensifica en regiones con climas extremos, donde la climatización dejó de ser un lujo para convertirse en una condición mínima de habitabilidad. En palabras del propio especialista, “el 20% del consumo de electricidad en México es por aire acondicionado en las casas”.
Ese porcentaje esconde una paradoja inquietante. Los usuarios residenciales en zonas cálidas representan menos de la mitad de los clientes de la red eléctrica, pero consumen el doble que quienes viven en climas templados. Dicho de otro modo: la geografía está dictando la energía, y la energía, a su vez, está dictando la economía.
Nada de esto ocurre por casualidad. De Buen advirtió sobre una falla estructural que el país arrastra desde hace décadas: “Un edificio mal diseñado y construido dura 40, 50, 60 años; quien lo adquiere también compra la factura energética de eso”. La frase funciona como diagnóstico y sentencia. México no solo construye edificios; construye futuros costos energéticos.
La energía como negocio, no como moral
Si De Buen apuntó al diseño, Eleazar Rivera Mata puso el dedo en la cultura energética. Su intervención rompió con la idea de que la eficiencia es sinónimo de privación. Para él, la clave está en comprender que la energía no se adquiere por sí misma, sino por el valor que habilita. “No compramos energía, adquirimos lo que podemos hacer con la energía”, dijo.
Este cambio narrativo resulta disruptivo. Desvincula la conversación de las ideologías y la ancla en un territorio donde empresas, gobiernos y usuarios hablan la misma lengua: resultados. De ahí su advertencia: “El nombre del juego es eficiencia energética”. La frase resume una verdad incómoda: el futuro no premiará a quienes gasten menos, sino a quienes usen mejor.
Rivera Mata añadió otro punto crucial. La tecnología, antes privilegio de unos cuantos, dejó de ser elitista. Lo que hace una década sonaba a laboratorio —variadores de velocidad, sistemas inteligentes, monitoreo remoto— hoy cabe en la palma de la mano y cuesta una fracción de lo que costaba. La eficiencia ya no es un horizonte técnico, sino una decisión gerencial.
Normativa: un gigante sin brazos
Ambos especialistas coincidieron en algo que pocos se atreven a decir abiertamente: México tiene normas sólidas, pero no tiene quién las haga cumplir. Las reglas existen, los estándares están escritos, los laboratorios operan y las certificaciones funcionan, pero la aplicación se diluye en un vacío institucional donde nadie responde la pregunta clave: ¿quién verifica?
Rivera Mata lo sintetizó con crudeza al plantear una cuestión elemental: si las normas existen, “¿quién me va a auditar?”. De Buen fue más lejos al señalar que el país está atrapado en un doble estado: “estamos muy bien y estamos muy mal”. La frase provoca incomodidad, pero describe la realidad con precisión quirúrgica.
La raíz del problema no está en la federación ni en el mercado. Está en un eslabón olvidado: los municipios. Sin reglamentos de construcción que adopten las normas nacionales, la descarbonización seguirá siendo un propósito, no una práctica.
Campeones locales y el factor humano
Si algo unió las posturas de ambos ponentes fue la convicción de que la transformación no vendrá desde el centro, sino desde quienes entienden su territorio. De Buen lo llamó con un término claro: campeones locales. Son arquitectos, ingenieros, operadores, constructores y empresarios capaces de modificar inercias con una sola decisión correcta.
Esa idea conecta con otro mensaje que resonó en toda la sala: el aire acondicionado y la climatización dejaron de ser actividades ocultas. Rivera Mata lo expresó con orgullo: “El aire acondicionado es tan noble y tan abundante que por donde lo veas tiene para todos”. No es únicamente un producto; es un ecosistema profesional que mezcla ingeniería, arquitectura, economía, regulación, tecnología y propósito social.
En una nación donde la productividad, el clima y la calidad de vida dependen de cómo respira cada edificio, la industria HVAC ya no es técnica: es estratégica.
Dejar de esperar el futuro
El panel cerró con una certeza compartida: México ya no discute si debe descarbonizar su entorno construido, sino cómo acelerarlo. Cada kilowatt ahorrado, cada ventana sombreada, cada edificio diseñado con criterio térmico y cada norma aplicada sin excusas construyen soberanía energética.
La transición no está en manos del destino ni de decisiones lejanas. Está en quienes cotizan, instalan, diseñan, inspeccionan, operan y sostienen la vida económica del país. Eso convierte a la industria HVAC en algo más que un sector productivo: la vuelve la puerta de entrada hacia un nuevo modelo energético.
Y el tiempo para cruzarla ya empezó.
